Primera puerta
sábado, 2 de enero de 2010
Los personajes se muestran de perfil,
con la mirada perdida en un éxtasis místico
que parece acercarlos a lo intangible.
Los pilares que los flanquean se elevan infinitas,
en un intento babélico por alcanzar el orden
en tanto caos.
Un poco más a la derecha,
casi en el centro del cuadro,
una figura de aspecto humano sujeta una espada de fuego,
a su espalda,
las ruinas de una ciudad que conserva
restos de un incendio que se eleva en una columna
de humo negro,
despiadado,
aniquilador.
Al fondo: una gran montaña.
Pascual Herrera
con la mirada perdida en un éxtasis místico
que parece acercarlos a lo intangible.
Los pilares que los flanquean se elevan infinitas,
en un intento babélico por alcanzar el orden
en tanto caos.
Un poco más a la derecha,
casi en el centro del cuadro,
una figura de aspecto humano sujeta una espada de fuego,
a su espalda,
las ruinas de una ciudad que conserva
restos de un incendio que se eleva en una columna
de humo negro,
despiadado,
aniquilador.
Al fondo: una gran montaña.
Pascual Herrera
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