Un mes de julio, cuando el calor hacía estragos, después de una primavera sin lluvias, un grupo de niños que volvía de un baño en el muelle viejo arrojó una botella de cristal al interior de la fábrica. La botella se rompió en mil pedazos.
El sol, en su afán de incrementar el calor ya existente, buscó y buscó, hasta que encontró un pequeño hueco entre la suciedad de uno de los tragaluces del techo, por donde invadir el interior de aquel lugar abandonado, la luz dio directamente en uno de los cristales rotos, la temperatura empezó a subir y los gases de la muerte reaccionaron provocando un incendio colosal. Las paredes, vencidas por el abandono, no tardaron en ceder, y un ejército de gusanos empezó a salir de aquel infierno. Lo hacían de forma ordenada (predeterminada), en formación y comandados por el Gusano Mayor, que dirigía la marcha de forma marcial. Tomaron la dirección del pueblo. Lo ocupaban todo en su manto de muerte. Hombre y mujeres se afanaban tratando de impedir que entraran en sus casas; colocaban barricadas en la entrada de cada calle, con los árboles de la plaza fabricaron grandes rodillos de madera, que a modo de apisonadora, iban aplastando las hordas invasoras, pero el humo del incendio oscurecía el día y los gusanos no paraban de salir del infierno. La lucha era constante día y noche, y el avance del enemigo inexorable. Penetraba, lento, en cada una de las casas, sometiendo las voluntades de sus habitantes.
Se luchaba casa por casa, calle por calle, y tras tres años de dura lucha, el pueblo fue sometido. El gobierno de los ciudadanos pasó a ser de los gusanos.
Las décadas de oscuridad fueron interminables, el mundo vivía sometido a la voluntad del Gusano Mayor y sus lugartenientes. los que tuvieron la oportunidad de huir embarcaron en el primer barco que cruzaba el océano. El Gusano Mayor se auto elevó a los altares, exigía que fuera tratado como a un dios, y así fue.
Escarbando voluntades transformó el mundo de lo humano en el infierno de una dictadura viscosa nacida del fuego. Y durante casi cuatro décadas: oscuridad y silencio. Miles de hombres y mujeres buscaron refugio en las calles del olvido y la memoria, donde los sueños no son más que un resplandor que no deja ver nada en espera de la muerte o la libertad.
Pascual Herrera "1995"
Corregido en 2010
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