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Ellos los poderosos

domingo, 15 de noviembre de 2009

Las voces calladas
de los árboles fosilizados
se estilizan como las nubes
alargadas por el viento,
se desvanece y,
apartando a borbotones
masas de cuerpos hirviendo,
se apoderan del sonido
de las palabras y mueren.

Es el silencio, otra vez,
el silencio que aparece preso
por los árboles y las voces
fosilizadas.

Mentiras, todo mentiras
y rencores agónicos
que florecen plantados
en frío plástico de enredadera.

Luces, sombras, fuego, agua...
y las estrellas de otoño;
temblorosas, gélidas, de hiel.

Eternos indeseables.

Pascual Herrera

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