Quedó impregnado en la piel,
junto a la parte del rubor y la sonrisa,
donde el error geográfico
desorienta por un instante,
se deleita entre las cordilleras
y los mares que se extienden
en la palma de la mano,
en la agonía perpetua
de un abrazo imposible,
libre y cautivo de su arquitectura,
frenético en las venas,
mudo en la garganta
y elevado a alturas imposibles
donde poder abarcar las formas
que regalan la medianoche y las estrellas.
Pascual Herrera
Maravilloso, me encanta Pascual, gracias 🙂
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