Aquella tormenta eterna cesó,
todo quedó en silencio,
en una calma recíproca,
igual de atronadora, inmunda y laxa,
que una nube transfinita;
despiadada e indefensa,
recurrente como un antepasado
sin función y sin argumento definido,
como un denominador
sin principio establecido
ante el embate que derrite
todos lo sólidos del aire.
Pascual Herrera